Madrid - Santiago, Spain
REVISTA LECTURAS

domingo, 27 de diciembre de 2009

PRESENTACIÓN: No es el Conde de Lautrémont, es Camilo Brodsky , por Guillermo Valenzuela



En el poema Anotaciones al margen: días de lluvia, Camilo Brodsky cierra con la siguiente línea: “Las ciudades se vuelven universales bajo la lluvia y el relámpago”. Esta aseveración, tan normal en apariencia pero extraordinaria por el efecto de cohesión visual que nos ofrece de las ciudades en general, se produce porque nos permite verlas con total perfección cinematográfica, y porque el dato que aporta a la imaginación, es un dato propio del mundo del horror, de la fijación que produce el horror. Detrás de la propia utilería de la naturaleza, encontramos la escena del crimen perfectamente diseñada. Podríamos decir, que no hay mejor crimen que aquel que se perpetra bajo la lluvia y el relámpago. Es lo que sofoca la vida a modo de aullido criminal detrás de cada esquina, de lo que dejamos atrás huyendo rápidamente pero que se vuelve pesadilla y nos inculpa como lectores en esta capilla blanca, Whitechapel, metáfora de la adicción sublimada por la sangre. Pero de lo que se trata realmente Whitechapel, una vez establecido su clima de sangre impecablemente derramada, es en términos más abiertos, de las tormentas de la historia, de las tormentas sociales y de las tormentosas relaciones que sus personajes tienen con la vida cotidiana en estos pagos. No voy a detenerme en cada uno de ellos, porque el catálogo de sus personajes nos deja con una superlativa sensación de vastedad, es haber pasado en décimas de tiempo versificado por la Biblia, el Talmud, alguna crónica de la revolución bolchevique, un recorte de prensa relativo a Gein, el manifiesto de Marx, las Maras, un solo de Coltrane, Gesualdo, entre otros teloneros temáticos que animan esta velada criminal que tiene como trasfondo, la propia noche del país, que busca y necesita erradicar con metáforas su propio horror. En este sentido, la metáfora es en Whitechapel una oscura forma de hacer justicia sobre las claudicaciones propias y tal vez sobre la fría cobardía del otro, en un tiempo de transición que se ha guardado la verdad, porque al igual que el horror, siempre es más cómodo no mostrarla o disfrazarla con el espectáculo. Creo que en este caso Whitechapel también es un libro sobre la autocensura, puesto que apela a abrir políticamente las limitaciones creativas de un género, en este caso la poesía, que hábilmente le sustrae con mucha gracia policíaca, el botín más preciado de la novela negra: sus cadáveres y victimarios. Otra cosa que llama la atención en los personajes de Whitechapel, es que fácilmente podrán ser percibidos por el lector como una hermandad abierta, diversa, violenta, pero lúcidamente hacinada por la mano diestra de Camilo Brodsky, que como experto sanguíneo en las barracas de Auschwitz, en cada texto va creando este extraño ghetto multicultural que destruye finalmente sus afinidades como en una guerra de carteles. Creo que uno de los aspectos fascinantes de este libro estriba precisamente en esta explosiva mezcla de tipos humanos, manejados como un haikú cortopunzante, como un navajazo que corta la respiración de quien lee. No se puede dejar de lado de ningún modo, para terminar, la inteligencia del libro, sus concisas y variadas erudiciones, el humor agazapado que a veces nos da la impresión de estar frente a un beatnik enloquecido, que cambió el budismo zen por los asesinatos en serie.

Pero en el fondo, creo que no es otra cosa que el viejo sueño de Lautremont, la famosa máquina de coser sobre la mesa de disección, que la verdad sea dicha no es una imagen canónica del surrealismo; la máquina de Lautremont es, por si no se han dado cuenta, como el libro de Camilo Brodsky, Whitechapel, una impredecible y perfecta máquina de tortura.

G.V.

The Grape, postrimerías del 2009.

The Subjecters, de Thomas Hirschhorn, por Bernardita Lira M.




La afanada reflexión comprometida

Desilusionante es la impresión que deja Thomas Hirschhorn con The Subjecters, expuesta actualmente en La Casa encendida.

Con el paso del tiempo y la implantación abundante de espacios para exponer el arte actual, el ojo del observador se ha hecho más agudo, crítico e interpretativo.

Exposiciones como The Subjecters, desconocen esta afirmación, puesto que nos encontramos ante una obra excesivamente literal, que impone y limita al observador a interpretar vísceras, amputaciones y figuras representativas de lo humano en carne, en cuerpo, a través de palabras como paz y esperanza, ofrecidas desde un lenguaje artístico que huele a moral y crítica del mundo actual demasiado obvia a este punto de la historia, elementos sobredichos, imágenes que se codean con añejas marchas pacifistas hippies y burdas películas del cine gore.

La pornografía, el consumo, el trabajo alienante, la moda, los abusos de la guerra, la urgencia por salir de estos abismos temáticos y tratarlos en el arte no es un desmérito.

El problema reside en la ingenuidad brutal con que intenta sorprender mediante el horror de imágenes que no articulan ninguna pregunta. Un hiperrealismo maqueteado donde Hirschhorn, muy comprometido, nos dice: yo pienso todo esto, yo opino sobre todo esto, esto es y aquí acaba.

Después de tal manifiesto y declaración de principios, se acaba la conversación con el artista, no hay dialogo posible, somos superados, educados por él.

Quisiéramos tal vez una ironía, como en los primeros experimentos cinematográficos de Peter Jackson, donde los mutantes amputados comen, fornican y se hacen la guerra. Pero no, es una obra sin trampas, adolorida en lo fácil. En estos tiempos, cuando los medios de comunicación y las imágenes suelen ser cada vez más crudas respecto a la realidad, no intranquiliza reflexivamente, ni supera el efecto de su propia imagen.


POESIA: CARLOS HENRICKSON, anticipo del libro "Fundacionales" de la sección `Conquista`.


Carlos Henrickson (Santiago, 1974) Es poeta y narrador. Ha Publicado: Ardiendo (poemas; Santiago: Ed. Etcétera, 1991), Y si vieras la mañana (cuentos y poemas; Concepción: SRF Ediciones, 1998); Aviso desde Lota (poema-tríptico; Concepción: NeaVista Ed., 1998); En tiempos como éstos (cuentos; Valparaíso: Gobierno Regional de Valparaíso, 2002); An Old Blues Songbook (poemas; Santiago: Ed. del Temple, 2006); Ajuste de Cuentas - Jaunesse 1 (plaquette de poemas; Santiago: Ed. Alquimia, 2009). En preparación: Despoblamiento - Jaunesse 2 (poemas), Fundacionales (poemas), Esplendor (cuentos).


III

Una imbecilidad encima

de otra: estrato tras estrato

de estulticia, destella el metal

baluarte del mundo, pisa el suelo

y ahora, que no vuelvan sin noticias

dignas de fe. Caminaron

por la vereda, había un circo

donde el curso del río –famoso

por obscenidades de todo género.

He ahí la riqueza, pensaron

-le dijeron de vuelta a mi capitán-

cantan gritan saltan, mano

contra mano arrugada por el deslave

brutal. A lo lejos en Quillota

unas piedras, el fuego -el sello,

el oro viene desde acá, lo trae

esta bendita agua. Cada invierno

se agolpa y echa a perder

el suelo: en mi vida tierra

más húmeda. Juegan dados,

se emborrachan y brindan

hasta que no dan más –cada muerto

en Flandes se nombra. Hay

espectáculos en la noche.

La capitana corta cabezas.

El capitán hace la vieja rutina

del trigo derramado –en la mañana:

todos terminan aprendiendo

que este suelo es débil, que esta ciudad

se hace pedazos de vez en cuando.

11 de Septiembre: el capitán

llora sobre los registros

destrozados, corta una lonja del acta

de la fundación, la quema y termina ebrio

celebrando lo bien que baila

el mozo de los establos, la capitana

entra al edificio flamante tras

la batahola, arroja monedas blandas

sobre mesas atiborradas de mercaderes,

se divierte, todo tiembla aún

y ella baila porque jota y nueve –once,

once no más la mesa, estrato contra

estrato se friega y se remece; imbecilidad

tras imbecilidad, una encima

de otra. Imagínate. En vez de ratones,

vómitos fugaces y vanos

de pólvora, lado a lado del estero

Marga-Marga.


IV

Cae la noche sobre la litera-

tura, en litorales mal alumbrados

muere gente, se pasan la merca

a la salida, se guarda en el botiquín,

segura para que cuando lleguen –¡o sí,

cuando lleguen!- nada pase. Salen

un día a matar al poeta, no encuentran

sino arena agobiante, aromos rubios,

estrellas que titilan ante este melan-

cólico que todavía sueña. Cuando lleguen

-¡o sí, cuando lleguen!- se acaba

el juego, así que echan todas las botellas

a la arena, botan toda la basura

al amplio escenario de las olas

y hacen como si celebraran

amores y declamaran al universo

entero, la boca abierta y la vergüenza

a cien kilómetros. Empleados angurrientos

caminan por la casa del vate,

no hay aspirinas para este dolor

persistente en la cabeza, mas cuando lleguen

-¡oh sí, cuando lleguen!- hasta

lo que ya dimos nos será quitado, y una aurora

-cadenas rotas, sacros himnos,

nuevos nombres- dará al trasto

con toda esta masa penumbrosa.

No saben aún el daño que hacían. Les gustaba

mucho cantar. Toda la noche

contaban historias para que sus hijos

las contaran otras noches –cae la noche, siempre,

sobre la literatura-, y el diablo

les daba clases de guitarrilla, y después

en cualquier umbral, en cualquier

estación, dejan la gorra en el suelo.

Un amplio repertorio para la larga

noche –no olvidar la del arriero, no olvidar

la palomita-, repasan y repasan en la dolida

cabeza, no se les vaya a olvidar;

el poeta va a darse un baño, suban,

compañeros, la felicidad es este

nuevo amanecer, ha muerto alguien más

en la esquina, no prendan la radio,

déjenlo dormir.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

POESIA: Francisco Izquierdo, adelanto de "La mano en la cara"



Francisco Izquierdo U. (1980). Psicólogo, pescador y poeta. Participó en la antología de poesía del grupo el Parralino (2003). Hoy presentamos parte del libro “La mano en la cara” que viene gestando desde el año 2004 y que publicará prontamente sólo para familiares y amigos. Aquí le torcemos su objetivo y hacemos público sus bellos poemas. El libro está dedicado a su hija Violeta.


Floto en palabras

por las hojas del Satiricón

y Blondie, te amo

paso el minuto

sentado en la silla que estira el tiempo

como un bote a la deriva

el infierno es una tormenta de nieve blanca

me hago de valor

enfrento el vacío

busco un amigo que me aguante

- se abre una puerta

sale a comprar el pan

no regresa

no regresa-

más que un arrebato

la total indiferencia a la institución

lo mismo que el asco por un perfume caro

ni hablar de llegar a casa

el sentido común aplica maquinaria pesada

para hacernos corderos de dios.

**

Un cisne muere

y la lluvia nos cubre hasta el cuello

un gato es atropellado

y el suelo se nos mueve

sin dejar a nadie en pie

el grito de la tierra podría ser una canción.

**

Vas a conocer el verde olor del bosque

sentirás cuando el mar sople en tu cara

y al río mover tus pies

comerás verduras frescas

pescados y carnes del campo

te subirás al caballo sin monturas

nadarás por las aguas tranquilas del lago

y verás cada día

que tus padres duermen

uno al lado del otro

dejándote un espacio

para tus visitas a media noche.

1500 KILÓMETROS y un solo climax, por Víctor Hugo Díaz



Chile es un país largo formado por distintos climas, lo constituyen fragmentos territoriales, una suma de trozos de países hermanos y zonas originarias arrebatadas, incorporados ambos a partir de guerras al servicio, como en todas las guerras, de los intereses imperiales y económicos, pero eso es “historia” y geopolítica.

La nacionalidad, sabemos, es un discurso de poder, del poder hegemónico, en cambio el discurso poético y su desarrollo es todo lo contrario, es la búsqueda y expresión individual y también tribal (la fiesta) de mundos y percepciones de realidad distintos y complementarios que expresan lo más concreto, lo que cabe en el puño: la experiencia de vivir aquí y ahora.

Por lo general nuestra poesía se ha apoyado en regionalismos, paisajes, distancias, tradiciones escriturales e imaginarios locales o importados en base a grandes figuras poéticas y cánones establecidos. Hoy en cambio existe una generación de poetas jóvenes chilenos que pasan por encima de estas continuidades y se despliegan sobre un ámbito expresivo más amplio, es decir, la puesta en escena de un discurso si bien es cierto personal, desplegado desde una mirada actual, urbana, corrosiva, social y crítica, me refiero a una poesía que se produce y sucede fuera del repertorio sólo literario y que se expande y convoca en la vida desde el enigma de lo cotidiano, no me refiero a la anécdota, hablemos de sensibilidad, de olfato y tacto poético, que además, está cruzada por un potente y ácido sentido político, no partidista sino ciudadano, es una poesía que reúne en un gesto de incredulidad lo escrito y lo vivido, no es esa poesía de y para escritores; textos imaginistas, barrocos y experimentales que finalmente terminan, cuando ponen el punto final, enfrentándose al terrible hecho de no tener nada que decir, limitándose a un ejercicio de lenguaje. Aquí la palabra no es lo más importante sino la mirada, no se trata de sólo hablar, sino de ver; aquí se siente el clima, se ve la temperatura y la brisa de la experiencia colectiva.

En los poetas que integran esta muestra parcial que viene a continuación, el lenguaje es un soporte y la literatura un pretexto, como afirma Patricia Espinosa ”me interesa un hablante=un texto”, digo yo “no me interesa un texto=un texto”.

Lo singular de este grupo de poetas diversos, o el detalle que quiero hacer notar, es que sus obras se desarrollan en lugares geográficos distantes: la capital Santiago y una provincia alejada, fronteriza, Iquique, a 1500 kms. de distancia. Sin embargo los argumentos que he propuesto los convoca e identifica, aquí el modo de vida y el paisaje que los diferencia los acerca, pero en actitud y uso de los elementos que sí significan: la ciudad, la violencia, el silencio. Materiales que fluyen con naturalidad desde esa materia prima simbólica que nos brinda nuestro real, maravilloso cotidiano.

Creo que frente a la ambigüedad, la figuración inmerecida y la falsa creencia de que la poesía se escribe con los dedos sobre el teclado, requiere tomar partido, defender a sangre aquello en que se cree, no sólo en lo poético, y respaldar a quienes sí son poetas y no tecleadores que lejos de seducir a primera vista, como hacerse amigos o enamorarse, prefieren las explicaciones y la producción tanto de “obras” como de “personajes”, alejando la poesía de aquella decisión racional o conveniente, esa tan adecuada a estos tiempos donde la apariencia y el espectáculo parecen brillar, por ahora. Por lo tanto entonces, la distancia no existe, ni el paisaje, ni los kilómetros, sólo un climax: la honestidad.

NOTA: Esta es una muestra parcial dispuesta por orden alfabético, y que quede claro que hay más poetas actuales que se mueven sobre las características antes señaladas, los que por espacio no incorporo, pero que convocaré en próximas oportunidades: Paredes, Aedo, López, Fritz, Saldaño, Ghigliotto, Ramírez, Saavedra, Barraza, etc.


Danitza Fuentelzar P.
Iquique

DE LOVESONG

Extraño a mí ex -amante;
amante porque tiene mujer que le repite "te quiero",
que le plancha las camisas y lava los calzoncillos amarillos
que yo le regalé,
los que le saque a mordiscos en el pasillo del doceavo piso.
Extraño a mi ex -amante;
que me amó, que amé y que le aman;
ex -amante mentiroso, amoroso, goloso
fantasioso de mi entrepierna,
pretencioso de su lengua pincel

............................ .. .. .. .. (Jamás me dibujó)

Ha publicado: Inlambrica. Yerba Mala Cartonera, La Paz, Bolivia.

Enrique Winter
Santiago

ESTE CASSETTE TOCA SU VIDA

Luego de cinco órdenes de arresto
mi mamá invita a mi papá a la casa
se pone linda, le cocina rico.
Con tres borgoñas y solos
mi papá me confiesa lo que eso indica: que lo ha hecho bien,
que las piernas que abre se mantienen abiertas.
Lo dice porque le conté del viernes:
cinco años sin verla y me tomo la mano.
Este cassette toca su vida
vida que rozo apenas
si con el dedo rebobino.
Mi papá y yo seguimos solos.

Ha publicado: Atar las naves, Ed Del temple, Chile, y Rascacielos, Colección Limón Partido, México


Gladys González

Santiago

Naturaleza Muerta

hubo noches
en las que buscaba
con un cuchillo de cocina
el origen de las voces
aterrorizada
con el rostro amoratado
y revuelto

hubo noches
en las que hacía barricadas
para que no me asesinara
con una cortadora de pasto
abriéndome lentamente

hubo noches
en las que me golpearon tanto
que caí al suelo
con un diente destrozado
y la cabeza rota
como una granada hirviendo

hubo noches
sin dinero
sin cortes profundos

caminando por la carretera
con la boca sangrando
los ojos perdidos

el rostro blanco
resplandeciente

entre los reflectores
de los automóviles

Ha publicado: Gran Avenida, Aire Quemado, Editorial Calabaza del Diablo, Chile


Jonathan Guillén
Iquique

Despedida

Vestirse de rojo;
caminar indiferente el tránsito
a la hora de los tacos en el centro.
La espalda mojada por el sudor
y el sol como quien abraza en una despedida.
Ver pasar la tarde de reojo
frente a una pileta que escupe en tus zapatos.
Divisar a un conocido en la acera de enfrente
cuando el semáforo está en rojo, ignorarlo.
Sicosear a esa mujer que tanto has seguido
después de tragar el último antidepresivo,
ir tras ella hasta la playa,
imaginarla;
y contemplar el mar por entre medio de sus piernas.

Ha publicado: Urbana siniestra, Yerba Mala Cartonera, La Paz, Bolivia

Juan Malebrán

Alto Hospicio


La internacional

Ella es la bailarina que ganó cinco mil soles mensuales en Lima, a la que maquillaban como a una gran estrella, mientras le daban las últimas instrucciones antes de salir a escena.

La nena que frente a las cámaras sonreía y a quien los reflectores seguían en cada uno de sus movimientos.

Por ella gritaron entusiasmados los espectadores en el estudio y en sus casas cientos de niñas imitaron cada uno de los pasos de sus coreografías.

Ella es la misma que atravesando las luces de la capital, regresaba a llorar sola bajo su almohada, anhelando volver pronto a caminar, por las mismas calles de su triste barrio.

((Ahora, con varios kilos de más y con las tetas caídas, su único sustento es un aviso en el diario y el ring tone de su celular))

Ha publicado: Reproducción en curso, Yerba Mala Cartonera, La Paz, Bolivia.

Juan Carlos Urtaza
Santiago

El que viene detrás de mí
sabrá donde poner el pie

esquivar ese golpe
que me sigue desde niño

enterrar el hueso
que me astilla la mano

y poner fin a la cuenta
que sostiene mi tiempo

El que viene detrás de mí
contará hasta diez

en sus segundos correrá la vida
la sangre que perdí

será mi doble en la multitud
hasta desaparecer.

Ha publicado: K.O, autoedición, Chile


Juan José Podestá
Iquique

Hay algo que no está bien

Un declive en la mesa al fondo del corredor
Y un mantel a medio correr en la misma mesa
Cierto aire enrarecido en la pieza oscura
Una puerta descreída de las cerraduras
y una llave en otro lugar
En otro lugar la revista que dejaron sobre ese mueble
y el mueble ladeado en un ángulo infinitesimal
La gotera se multiplica y el que la quiere cerrar no puede
Hay una cierta mirada
Cierto desdén en los ojos
Un chasquido de labios
Una parada que algo quiere decir
Una respiración
Cierto dolor entre ambos

Hay algo que no está bien
Una pistola que brilla en el velador.

Ha publicado: Novela negra, Yerba Mala Cartonera, La Paz, Bolivia


Marcelo Ramos
Iquique

Tarro vacío

en tu cumpleaños

Es tarde y pronto pasará la basura
Se llevará los restos de la fiesta que terminó temprano
Mirar como se manipulan los desechos habla mal de mí
Peor sentarse a llorar o escribir una carta
-Hace tiempo que no duermo contigo, todo está mal-

El cuerpo tiende a la descomposición
cuando sin querer no se puede dormir

Hay tarifas que se pagan con sangre
Y otras que simplemente se olvidan
Cuentas que se arrojan a la basura, no por olvido si no por cortesía

Cuando acabó la fiesta encendimos la luz
Miramos los rostros de cada uno, los contamos
Calculamos los amigos son pocos
Tú partiste incluso antes
Cuando recogimos la mesa ya no estabas
Y los amigos me vieron llorar contra la puerta

Prefiero no volver a casa y tomar la flota en cuanto puedo
Reírme de lo ajeno que parece el cáncer que no se quita con una ducha
Lo otro si, el recuerdo de una playa que parece vacía
El juego de manteles para tu cumpleaños
Las llamadas telefónicas desde un país extranjero
Todo se olvida como nos enseñaron se debe olvidar lo verdadero

Ser al final lo ajeno
La astilla en el dedo índice –una molestia-
Recordar que para esto nacimos no me provoca gracia
Quizás un poco de risa

La película que lo explicaba no la vi

Nunca el viaje tuvo motivo
Solamente cuentas irregulares que no se pagan en cuotas
Cancelaciones pasadas de moda que te hacen salir arrugas
Cosas que no importan como el vicio o sentirse tan sólo

En la calle nadie devuelve la mirada al mendigo
Sólo monedas que caen para desviar la mirada de quien se permite estar
donde le corresponde

Dentro de la casa es tarde
Celebración a oscuras donde nadie habla ni pregunta por qué.

Ha publicado: Rayado de cancha, Yerba Mala Cartonera, La Paz, Bolivia.


Priscilla Cajales
Santiago

Panorámica III

No éramos los más bellos
si los felices y valientes

arrojados a lo intempestivo
de una muerte prematura
como la certeza del fin

en ese entonces poco importaban los años
la borrachera
la pobreza

buscábamos chequeras abandonadas
en el supermercado
cerca de la casa de tu amigo

por esos días recorríamos las calles haciendo el amor
en todas sus formas
nada
podría detenernos en ese tiempo

ni la vergüenza, ni la mentira, ni el sufrimiento más cruel

pero la poca belleza que poseíamos en ese entonces
no fue suficiente

la valentía se acabo con el tiempo y vino el miedo
el frío
y el más completo de los silencios.

Ha publicado: Termitas, Ed. Calabaza del Diablo. Chile

LEER A RODRIGO LIRA es atreverse a salir en una foto con los ojos cerrados, por Mauricio Emiliano Valenzuela



"¡¿Cuánto vale el show de Rodrigo Lira?¡"

“Mis negros pensamientos no han de volver al dulce amor...”

Hojeo los poemas de Rodrigo Lira y pienso en una fotografía que le tomó mi papá hace muchos años. Creo que se conocían por la gente de revista La Bicicleta. Rodrigo sabía que mi viejo sacaba fotos y decidió pedirle unos retratos para un futuro libro que estaba preparando y que nunca llegaría a publicar en vida. Seguramente fue en algún minuto del año 79 u 80. Se juntaron en la casa de mi abuela en la Villa Frei. Lira se paró en el jardín y mi papá le sacó varias imágenes con una Cenit. Después de la sesión fotográfica tomaron once y se despidieron.
Me imagino a Lira buscando un buen fondo para su retrato. Lira posando junto a la puerta de madera semi-giratoria que da hacia el living o cerca de una ventana. Entre unos árboles o frente a una seca muralla de ladrillos. Junto a la reja negra de la entrada, etc.
En esa época mi viejo no tenía trabajo de fotógrafo sino que tomaba la cámara para hacer ocasionales retratos mientras caminaba por ahí. Venía llegando de Quintero donde había estado viviendo como hippie un par de años, pescando, haciendo bolsos de cuero y arreglando zapatos.
Antes había vivido ocasionalmente en Santiago o en Laguna Verde. El 11 de septiembre de 1973 lo pilló en medio de un bosque en que vivía con su perro.
Tuvo varios talleres a lo largo del tiempo. Talleres que en realidad no eran talleres sino piezas en que vivía con otros pintores sin futuro como pintores y a donde generalmente iban poetas sin futuro como poetas.
Su vida con los años se volvió una vuelta de tuerca en un tornillo vencido.
No había suerte. En los 80 las fotos de mi papá eran mayormente retratos de calle. De cines derrumbados o de gente moviéndose a la deriva en la neblina densa de las mañanas en la capital.
Todavía guardamos en la casa material de esa época. Fotos de Franklin o de la calle San Diego, con el cine Prat de fondo. Destartaladas micros o zapaterías de la calle Recoleta.
Fotos de desnudos en viejos sillones o en baños sucios, adornados por banderas chilenas.
Rodrigo Lira finalmente eligió de la sesión hecha en la casa de mi abuela una foto en que salía con los ojos cerrados. Como un topo.

Definición de topo:
“Mamíferos excavadores. Permanecen activos las 24 horas del día, son diurnos y nocturnos, alternando periodos de actividad y descanso. Es un animal muy voraz, pero en invierno disminuye su movilidad, ya que entra a mayor profundidad.
Los topos dependen bastante del tacto para desenvolverse en su medio. En el hocico tienen unas proyecciones llamadas órganos de Eimer que se cree que potencian aún más su sensibilidad. Respira con rapidez como si intentase aprovechar al máximo su descanso. Se despierta súbitamente comenzando de nuevo la búsqueda del alimento.
No construye madrigueras permanentes, pues el terreno se hunde a medida que prosigue la excavación. Después de las lluvias, sale a la superficie y deja tras de sí una triple huella.
Habita en madrigueras excavadas por ellos mismos. Consiste en un sistema de túneles con muchas cámaras. Son animales que pasan la mayor parte de su vida debajo del suelo”.

Vuelvo a pensar en la fotografía donde sale Lira con los ojos cerrados y que después se perdió. A lo mejor quedó en algún cajón de su casa. A lo mejor quedó guardada una copia entre las fotos que mi viejo tuvo muchos años en cajas que hasta hace poco todavía no botaba a la calle.
Los ojos cerrados de Lira me hacen pensar en alguien que no le teme a la oscuridad. En un topo escarbando. Pienso en su rabiosa ingenuidad. En los túneles indelebles de Villa Olímpica.
Enrique Lihn decía que había un lugar para él en el Olimpo subterráneo de la poesía chilena. Yo creo que más bien era un lugar apartado en la Villa Olímpica subterránea de la poesía chilena, donde el desvelo transita por el embaldosado. Donde nuestros poetas se sientan
en un columpio y abrazan la certeza de morir.
Pienso en la fotografía en que sale Rodrigo Lira con los ojos cerrados y recuerdo sus poemas.
Lira no es tarea fácil. Son silencios demasiado brutales. El asidero de sus poemas es una carga que va más allá de ese mito académico en que caen sus imitadores o imitadoras. Ellos no tienen dislexia en el corazón. No se atreven a salir en una foto con los ojos cerrados. Pero este no es un juicio sino desgraciadamente una circunstancia.

martes, 22 de diciembre de 2009

PRESENTACIÓN del libro Solsticios* de David Villagrán, por Ernesto González Barnert



Es un libro difícil de sopesar, no sólo por el gesto estético-político de escribir un libro a la contra de los tiempos, como si el agua no pasara bajo el puente. Un libro tallado en vieja fragua, inflexible. Un libro como si fuera una pieza arqueológica encontrada en estos montículos. Digamos un jarrón sin colores. Pero que los tuvo. Y chillones.

Un solsticio en nuestras manos.

Y aunque esos colores ya no son chillones en sí. David Villagrán Ruz (Stgo,1984) nos hace recordar y evocar aquellas pinceladas. Provocarnos con su lengua ceñida al corsé del siglo de oro y al canon clásico de la poesía, esencialmente, fluidamente, no únicamente. Donde embiste una y otra vez la forma desde la forma, Sin duda, clasicista. Pero también radical. Un gesto lo suficientemente inteligente y tajante como para poner el acento a una época que, autocomplaciente en su falta de rigor, no se esfuerza por marcarlo. Donde el verso libre ha terminado siendo un juego de tenis con la red abajo –siguiendo a Robert Frost-. Y no podríamos decirle que no leyendo al último Premio Neruda.

Bueno, ¿Pero qué asunto trae a nuestro canto?

Apuntemos: todo lo que eleva el corazón. Glosa de una luz tensa por una idea que ama.

“Así confunde cielo claro y lecho abierto
ambos, con el viento en su principio,
y habla de una amante joven siempre,
de una diosa que oye con el pulso.”

Sondeo de engendrar una forma en el temblor difuso de la lluvia. A manos vueltas cuenco en altamar. Con sudor lavar nuestra violencia, herrero. Así en el ritmo de la fuga escoge la insistencia de una líneas. Soñándose pastor de su desgracia. Aclara:

“te llamas como yo”

Pero también sabe que ese rostro ya ha muerto suficiente.

Sin duda, este libro habla de alguien enamorado de las palabras, sus golpes, sus sombras. Esa literatura que nos llama a regresar de la muerte. En su espejo reflejarse. O deberíamos decir: navegar.

Villagrán Ruz más en su propia corriente que a contracorriente abre fuego a arcabuzazos. Y digamos que hiere. Y en las heridas que deja, que abre en el fondo su libro, un poema no es algo que se ve, sino la luz que nos permite ver.

“con el índice apuntó diciendo: el mar.
El mar nunca se halla satisfecho.”

Diciembre, 2009

* * *

2 poemas de Solsticios

Prodigio de nave circular
que circunda y al par circunnavega


Incapaz de cavar en las olas
El pecho cóncavo sin motivo, late
Hurga el espacio como agua caída
Recurre a los esquemas de la mano

¡Madera! Madera que el círculo ama
La nave de sal donde la lluvia confía
Sin perfume el aire la levanta
Sin encontrar la noche, la domina

Y avanza, con sus sueños en espadas
El ritmo de los remos, el oído del oleaje
Canta, sin guardar secreto
De cuando trazó la espuma, la luna llena

Mares superiores carentes de memoria
Fuimos marinos antes de llegar el mundo
Años dando con estos años caza
Construyendo cada uno de los puertos

Pequeñas ascuas
Pequeñas ascuas para la niebla
Antes el cielo fue extensión cuadrada
Alrai, Polaris, Boötes, pura piedra.

Sin mayor condena que tocar la tierra
Hubo muerte donde vida no habría
Agua, en lugar de las palabras.

Lejos de todo, tomamos posesión de la nave
Sí este sol es la idea del guía.


***


Aunque las lanzas arreciaron en torno en tormentas
de hierro, su vano juego fue inocente de heridas.


A la vista las redes descansan
Lo que oculta esperó la semilla
Un montón de huesos eludiendo la jornada
Y muros
Atestando con despojos la móvil hacienda
Que el canto pagó con sopor y fue sueño
Cambio seguro, hocico en moneda extranjera.

Rápidos perros arrastran el carro dorado.

Si calzan las horas el estómago de un cuervo
Que otro sueño
Otro sueño agencie a las aguas ventura
O de puerto a ribera se levante aurora negra

Porque hay la noche castigada por el fuego
E incapaz discierne en bandos a la muerte

Humo donde lucha la amistad
Tierras. Mares. Piras de cielos
Uncidos al yugo de los días

Pon tu corazón en la balanza
Que nadie mida el púrpura de la siembra
Una estación entre estaciones cava
El surco que otro surco canta

Hambre nueva, ceniza entre los dedos
Siembra y siega útil como tumba
Cuando el jardín es un olor que sobrecoge
Y viste monte claro, día tibio.


*Solsticios, Marea Baja Ediciones, 2009.

PRESENTACIÓN del libro Whitechapel* de Camilo Brodsky, por Martín Figueroa.



Notas a Whitechapel

Estamos todos más o menos locos”
Charles Baudelaire

Desde su primer verso, como en una escena de película gore, en las que no se escatima la sangre,Whitechapel nos conduce por uno de los barrios más famosos en la historia del crimen, el barrio donde Jack el destripador cometiera los asesinatos que lo hicieron famoso. Pero Whitechapel es aquí algo más que ese barrio londinense, son todos los barrios, todos los suburbios, todo los márgenes del mundo en los que se esconde y se escribe la violencia que mueve los hilos de la sociedad. Si algo constata Whitechapel es que la violencia ha estado desde siempre en nosotros y que en cierto modo extraño, nos constituye, como si la violencia, el mal, fuera una obra que el hombre nunca ha dejado de escribir, y es que, en efecto, “el hombre es un animal / de malas costumbres…”. “Whitechapel es también –dice el poeta- / la huella en el camino estrecho, / la renuncia dolorosa de la voluntad, el ánima / doblada ante las circunstancias, la vindicación / de todo lo execrable que hay en uno.”

En esas “malas costumbres” es donde se inserta la temática de este único poema en distintos registros en los que desfila la violencia en su expresión más amplia. Desde asesinatos en serie, hasta crímenes políticos, pasando por la violencia de pandillas como las Maras, los carteles de tráfico de drogas, el holocausto contra los judíos perpetrado por los nazis o crímenes pasionales como el de Gesualdo o el del taxista descuartizador de la botillería de Larraín con Tobalaba. Pero no se trata aquí, como se pudiera pensar, de hacer un juicio moral sobre estos hechos y sus autores, sino más bien hacer un registro de algunos de estos casos –quizás los más emblemáticos-, una galería del horror donde encontramos a algunos de los más conocidos y brutales asesinos en serie como Jack el destripador, Andrei Chikatilo, Ed Gein, los vendedores de cadáveres Burke y Hare.

Esta alianza temática entre literatura y mal, si pudiéramos llamarla así, o entre literatura y crimen, viene desde lejos. Haremos un breve repaso por esta tradición que creo se remonta a uno de los primeros poetas malditos, Francois Villon, un poeta francés del siglo XV que cuando esperaba ser colgado en la horca por una serie de crímenes que había cometido, compuso uno de sus poemas más famosos, “La balada de los colgados”.

Habría que mencionar también en esta línea a Thomas de Quincey, que sentó las bases para que el asesinato pueda ser visto desde otra perspectiva que la moral, desde una perspectiva estética que considera al asesinato, al crimen como una de las bellas artes. El asesino es un artista y es así como hay que juzgarle, se puede ser un “buen asesino” o un “mal asesino”, pero esa categoría de bueno o malo sólo puede ser fijada estéticamente. En este sentido, Jack el destripador, que nunca fue atrapado ni descubierta su identidad, es un “buen asesino”, un artista por excelencia a juzgar por la pericia expuesta en el destripamiento de sus víctimas y por la comunicación que mantiene con la policía durante las investigaciones de ésta: “Me gusta mi trabajo y estoy ansioso de empezar de nuevo, pronto tendrá noticias mías y de mi gracioso jueguito” anota el improvisado poeta, y esa nota, ese “gracioso jueguito” nos recuerda en cierto modo a esa “fantástica esgrima” en la que va a ejercitarse el poeta, en un famoso poema de Baudelaire, paseando por el arrabal, muy parecido, me supongo, al londinense Whitechapel. Esta asociación entre poesía y los asesinatos de Jack es evidente, la misma policía, como en el cuento de Borges, parece haberse dejado llevar por una falsa pista, por una pista literaria cuando pone a Lewis Carroll dentro de la lista de sospechosos y pretende descifrar su confesión de los crímenes en algunos de sus poemas más conocidos y extraños, como “Jabberwocky”.

Es también una tradición de cierta poesía popular que resalta la imagen de los criminales, y con la que me parece que la poesía de Brodsky tiene un vínculo más cercano. El tema de las baladas de criminales es recurrente entre poetas populares y rockeros. No hay como separar el tema del crimen y del asesinato de la impresión que ha dejado éste en la cultura popular, la que muchas veces hace una defensa de estos asesinos y les otorga la categoría de héroes. Desde el folk, hasta el rock y los narco-corridos, el tema de la violencia y los asesinatos se ha tomado la lírica y se ha puesto del lado de estos marginales. Como olvidarnos por ejemplo de Dylan musicalizando la película de Peckinpah sobre Billy the Kid, o Jonhnny Cash cantándole a los presos en Folsom o San Quintin.

La poesía de Brodsky tiene algo de poesía rock, si es que pensamos al rock desde su aparición como uno de los referentes más claros y más importantes de esta cultura popular. Whitechapel no es entonces sólo una galería o un compendio de criminales, sino también una nota sobre la relación que la sociedad establece con ellos. En la poesía de Brodsky abundan y se entremezclan como en un complejo tejido referencias a esta cultura popular: la música, el saxo frenético de Coltrane que en vez de desparramar notas chorrea borbotones de sangre; películas como “La pandilla salvaje” de Peckinpah o “Easy rider”, emparentadas en una escena en que la diversión se mezcla con la violencia; las andanzas de los beatniks en la misma época que Ed Gein, el “carnicero de Plainfield”, creaba sus obras de arte, bastante adelantadas para su época. Todo esto orquestado al ritmo de una sinfonía violenta, como es la tónica en las películas de Sam Peckinpah.

Whitechapel es el testimonio de esa violencia sin la que la vida no sería vida. No podemos condenar simplemente la violencia, diciendo que es mala, que rebaja a los hombres a la categoría de animales, de bestias, que no son capaces de sentir y respetar la existencia del otro, puesto que la violencia, el mal, constituyen un dato inequívoco de nuestra compleja naturaleza –ya Freud, también presente en el libro, apuntaba a esto mismo cuando hablaba de una pulsión de muerte inherente al género humano-. Y es justamente en esta línea del testimonio que en la poesía de Brodsky se ve algo así como un programa.

Hay una cierta continuidad entre Whitechapel y Las puntas de las cosas, su primer libro de poemas, la que es dada por este tono testimonial. Si lo que caracterizaba al primer libro era esa suerte de “realismo sucio” por el que nos conducía, esto sigue presente en Whitechapel. Brodsky nos pasea por la realidad de un mundo que quisiésemos no enfrentar, un mundo de crónica roja, que –hasta que nos toca a nosotros- nos parece algo lejano, algo por lo que, pensamos, jamás podríamos pasar. El poeta, como una suerte de recolector de cachureos va capturando lo peor de nosotros, nuestros desechos, nuestra basura, nuestra intimidad. Todo el libro se muestra en esta forma del testimonio, por un lado el testimonio de la violencia, de los crímenes, que constituye el tema central deWhitechapel, pero aquí, como también ocurría en Las puntas de las cosas, se deja espacio al testimonio personal, a esa suerte de diario que se escribe en paralelo y que es la vida del propio poeta, atrapado entre la facticidad de su existencia cotidiana y la obra que se escribe:

“Estoy suspendido en un parte
Del texto (…)
Hay un yo fuera de mí
Confundido, que tantea
En una claridad cegadora
Que no entiendo pero
Ejecuto como la danza
De los derviches o el acto
Mecánico del adicto.”



*Whitechapel, Das Kapital Ediciones, 2009.