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REVISTA LECTURAS

martes, 16 de febrero de 2010

Revistas: SE 85 39, Revista de Poesía, 3er levantamiento


Sobre Gonzalo Santelices por Gonzalo Millán

Gonzalo Santelices nació en 1961 en Santiago de Chile y falleció en Madrid en 1997 debido a un accidente automovilístico. En 1976 había acompañada a sus padres al exilio cuando tenía quince años. Termino de criarse en España y pasó allí más de la mitad de su corta vida adulta (Murió a los 36 años).

A partir de 1983 Santelices ganó siete importantes premios de poesía otorgados por instituciones españolas, entre ellos el Ciudad de Barcelona con la obra Descenso a un aguarfuerte atribuido a Piranesi (1987); el Internacional de Jaén con Una fiesta para la muerte (1985) ; y el Alcalá la Real con Retorno a Farewell (1989), su último galardón fue el Premio Ciudad de Leganés al que presento el volumen Vida de un vendedor de fotocopiadoras (1996). En forma póstuma se publico en 1999 el poemario A una actriz porno. En el prólogo, el poeta Luis Alberto de Cuenca enumera algunos rasgos estilísticos presentes en todos sus libros; “rigor estructural y exquisita delicadeza, ingenio, inteligencia, ironía, culturalismo, técnica epigramática, sencillez, claridad, intención, narrativa...”

Si recorremos su obra compuesta por ocho libros veremos que a pesar de la continuidad y persistencia de sus procedimientos poéticos, en los dos últimos volúmenes se empieza a advertir un giro temático; el predominio de un esteticismo artificioso e inverosímil cede el paso a cierto realismo cotidiano y autobiográfico. Santelices ha leído y asimilado sin lugar a dudas los principales nombres de la poesía chilena e hispanoamericana, sin embargo aparece como un “raro” si lo ponemos en la tradición nacional y continental. En la poesía española se lo reconoce fácilmente influenciado por la poética novísima, con una estética de orientación neosimbolista y abundantes referencias culturales. Lo distingue de los epígonos de esta corriente, la madurez excepcional de sus versos para un muchacho de su edad, teñidos de una melancolía y un escepticismo dignos del haiku japonés o el epigrama latino.

Conocí a Gonzalo Santelices en Madrid el verano de 1988. Había leído sus poemas en la revista La Bicicleta, en Araucaria, y otras revistas chilenas del exilio. Lo llame por teléfono y concertamos una cita en la famosa Cervecería del Correo, lugar donde se reunía antes de la guerra civil los poetas de la generación del ´27 y Neruda entre otros.

Me encontré con un joven de 27 años, de estatura mediana y anteojos, que todavía vivía con sus padres y no había perdido su acento chileno. Tenía entonces cinco libros publicados y premiados todos en concursos peninsulares. Por aquel entonces yo residía en Rótterdam, Países Bajos, y hablamos primero de poesía holandesa, chilena y española, en ese orden. Después hablamos de su vida, de cierta naturaleza que implica ser un joven exiliado chileno inserto en la escena poética española. Me contó riendo que para recibir el premio Ciudad de Barcelona lo había acompañado como padrino Francisco Coloane quien había causado sensación durante la cena de gala al extraer de su boca su dentadura postiza y dialogar con ella como si fuera un ventrílocuo.

Había visitado chile un par de veces y escrito algunos poemas que se referían a su patria como cualquier otro de los lugares exóticos y legendarios que abundan en sus poemas. Después de aquel único encuentro no nos volvimos a ver, no nos escribimos. Cuando apareció el ultimo de sus libros publicado en vida supe que se había casado y que tenia un hijo. Se ganaba la vida arduamente vendiendo maquinas fotocopiadoras.

La poesía notable de Gonzalo Santelices también nos pertenece. Urge repatriarla publicando aquí una antología o la recolección de su obra completa.

Gonzalo Millán


De: DESCENSO A UN AGUAFUERTE ATRIBUIDO A PIRANESI.

RETRATO DEL OFICIANTE

Te sientes solo,

sientes en las sienes el peso de la noche

y la ciudad, allá abajo, persiste.

El alcohol, los pitillos apagados con impaciencia,

La escritura –de la que eres vacilante huésped-,

Qué más queda...

El neón: una mancha intermitente en tu pijama.


**


TRES DE AGOSTO

Ha de quedar esta tarde

entre todas las tardes:

por su luz,

por el perfecto estampado

de los pájaros en el aire...

Pero ha de quedar sobre todo

Porque quien esto escribe

ha sido feliz.


De: A UNA ACTRIZ PORNO.

MEMORIA DEL TUNEL

Saliendo de Argel por la carretera

que lleva a Constantina,

en el kilómetro 27,400,

cerca de un polígono industrial,

a escasos metros del mar

-son visibles las luces de gálibo

de los barcos-,

se levanta el falso pozo

de Hazán Bajá.

Ya en la entrada

el guía nos franquea la pesada puerta

de doble hoja suspendida

sobre ocho goznes turcos.

La primera estancia

es un vestíbulo helicoidal

en carpintería de castaño,

cenefas doradas,

y tres órdenes de baldosas

disputándose el suelo.

Se abre en su parte central

una escalera que conduce

a lo más hondo de la cisterna.

La pared donde se sustentan los peldaños,

recrea a modo de colmena

decenas de ergástulas,

en cada una de las cuales

luce una luminaria.

Todas poseen un guarismo

que las identifica

y diferencia de las demás.

Llegados al final de la escalera

se abre un amplio corredor

a mano derecha,

por el que avanzamos hasta encontrar

una chimenea.

El guía nos señala la base,

junto a un aliviadero

hecho al ladrillo,

los restos de lo que fueron

unos grilletes,

y oculto entre los pliegues del mortero,

apenas vivo bajo los devaneos

del tacto,

leemos no sin dificultad y asombro:

Cervantes-1579.


**


TENTATIVA DE VIAJE EN UN CUADRO DE EDWARD HOPPER

Estaba tan cerca de sí mismo,

tan convencido de que no podía seguir,

que se quedó en el camino

a oír llover,

a oír cómo los demás pasaban a su lado

sin decir nada.

Sacó un billete de tren

hacia una ciudad cualquiera.

No hizo reserva de hotel.

Las camisas que había arramplado

en su huida

estaban arrugadas como el papel

de fumar en lo hondo de la chaqueta,

y listas para tender una emboscada

al corazón.

Empujado por el insomnio

que le provocaba el neón

del edificio de enfrente,

salió a la terraza.

A sus pies desfilaban los taxis,

las gentes saliendo del cine,

alguna sirena atravesando la noche.

Sentado sobre la cama vio la soledad

en el pomo de la puerta

y al día subir por el filo

de la ventana:

sintió angustia.

Nada sabía de él.

Cómo pasarse a sus filas

si desconocía su propuesta.

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