“Que todo lo que salga de mi sea bello”
YVES KLEIN
Herencias es el título y el contexto que abarca el periodo azul, las pinturas de fuego, las antropometrías y algunos de los primeros trabajos de Yves Klein enfrentadas a la obra abstracta de Marie Raymonds, la madre, y un vago ejemplo de la obra de Fred Klein, el padre, que se expone en el Circulo de Bellas Artes desde el 28 de octubre de 2009 al 17 de enero de 2010.
Obsesionado por la creación, por la percepción del arte, por el lenguaje visual, el desapego del color a la forma, a la textura en la pintura, a encontrar la belleza y la sensibilidad materializada en el arte, Yves Klein, nacido en 1928 en Francia, hijo de pintores, criado con el ojo y el oído puesto siempre sobre el arte, emprende una búsqueda frenética por descubrir nuevos medios expresivos que integren su visión unificada de arte y vida.
Para ello su vida hace un variado recorrido experiencial que lo relaciona con temas fundamentales en su obra. Su afición al judo y la filosofía zen, de importante influencia en su vida, le otorgará un pensamiento filosófico fundamental que será integrado en su creación artística y que además le permitirá generar ingresos económicos hasta que su obra sea, al final de su vida, aceptada en los círculos artísticos franceses de finales del cincuenta. Sus viajes por Europa, su interés por temas como la astrología, la cosmogonía, el rosacrucis, el estudio de las relaciones energéticas con el espacio, el color y la ausencia de límites, lo llevan a experimentar hasta el infinito, tras la búsqueda del vacío y su relación entre la mente y el cuerpo.
La monocromía le permite indagar en estos temas. Propone un color único como superficie y como objeto, un color en el que pretende que el espectador se interne, abandonado a lo irracional y a la mera sensibilidad que le provoque lo observado, un color desmembrado de una forma que lo limite. En este aspecto, podríamos inferir que Klein impone como limitación formal al propio cuadro, cuya postura en el espacio lo inserta en lo visible, ya que la pintura, como objeto, a través de la monocromía, se vuelve infinita.
En este sentido hacemos el cruce y la primera relación que nos convoca la exposición Herencias, donde apreciamos en la pintura de Marie Raymond un fuerte apego a la forma y el color supeditado a ella. Líneas y figuras abstractas son representativas en la pintura de la artista.
En el recorrido que nos ofrece el comisario Nicolás Morales, un recorrido bastante segmentado por lo demás, pero que de alguna manera nos permite revisar la obra de Klein, primero desde su logro más reconocido, el Azul Klein (IKB), dentro de una impactante piscina que contiene el pigmento, donde realmente se logra estimular abruptamente esa sensibilidad a la que apelaba Klein con el uso del color y la textura, una sensación muy atractiva y riesgosa que luego es instalada sobre las esculturas manteniendo su fuerza, pero la cual se debilita en las Antropometrías, donde Klein se atrapa, tal vez sin saberlo en la figura reconocible del cuerpo femenino. Luego el periodo más comparativo con su madre, donde es indiscutiblemente notoria la relación estrecha entre ambas obras y se distingue claramente como Yves Klein desarticula, descuartiza la obra de Marie Raymond en una simultaneidad temporal creativa, sacando a pedazos de los cuadros de su madre, cada color por separado, lo que parece ser una rebelión constante del hijo a la madre, quien pretende conservar parámetros muy definidos e inamovibles en la forma, que contiene al color, contrario al color que se fuga y se independiza de toda forma en Yves.
Escueta es la muestra de cuadros de Fred Klein, el padre, lo que al parecer quiere sugerirnos un cierto distanciamiento vital en aquella relación.
Finalmente nos encontramos con algunos trabajos de Klein a modo documental, si es que no partimos al revés y hacemos el recorrido de manera inversa. Pero partamos por donde partamos, esa piscina azul nos guiñe un ojo y nos invita a lanzarnos perdidamente en ella. Es la invitación más tentativa de la exposición.
Es inagotable el trabajo experimental de Klein, más allá de sus logros materiales. Podemos verlo registrado notablemente en los documentales ubicados al final (¿o principio?) de la exposición, donde podemos verlo en actividad, experimentando con fuego y agua sobre lienzos de cartón, lo que serán sus Pinturas de fuego, o con modelos desnudas que se untan con pintura azul para que Klein actúe como director de escena y disponga de sus formas sobre telas puestas en el suelo y paredes para las Antropometrías de la época azul, escuchamos sus palabras y vislumbramos algo de su intensa vida por el arte, donde consigue mostrarnos su verdadera obra, su propia vida, donde está, como pretendía, integrada su ideal de arte, hombre, infinito, naturaleza…"el fuego para mí es el futuro sin olvidar el pasado. El fuego es azul, es el recuerdo de la naturaleza".
YVES KLEIN
Herencias es el título y el contexto que abarca el periodo azul, las pinturas de fuego, las antropometrías y algunos de los primeros trabajos de Yves Klein enfrentadas a la obra abstracta de Marie Raymonds, la madre, y un vago ejemplo de la obra de Fred Klein, el padre, que se expone en el Circulo de Bellas Artes desde el 28 de octubre de 2009 al 17 de enero de 2010.
Obsesionado por la creación, por la percepción del arte, por el lenguaje visual, el desapego del color a la forma, a la textura en la pintura, a encontrar la belleza y la sensibilidad materializada en el arte, Yves Klein, nacido en 1928 en Francia, hijo de pintores, criado con el ojo y el oído puesto siempre sobre el arte, emprende una búsqueda frenética por descubrir nuevos medios expresivos que integren su visión unificada de arte y vida.
Para ello su vida hace un variado recorrido experiencial que lo relaciona con temas fundamentales en su obra. Su afición al judo y la filosofía zen, de importante influencia en su vida, le otorgará un pensamiento filosófico fundamental que será integrado en su creación artística y que además le permitirá generar ingresos económicos hasta que su obra sea, al final de su vida, aceptada en los círculos artísticos franceses de finales del cincuenta. Sus viajes por Europa, su interés por temas como la astrología, la cosmogonía, el rosacrucis, el estudio de las relaciones energéticas con el espacio, el color y la ausencia de límites, lo llevan a experimentar hasta el infinito, tras la búsqueda del vacío y su relación entre la mente y el cuerpo.
La monocromía le permite indagar en estos temas. Propone un color único como superficie y como objeto, un color en el que pretende que el espectador se interne, abandonado a lo irracional y a la mera sensibilidad que le provoque lo observado, un color desmembrado de una forma que lo limite. En este aspecto, podríamos inferir que Klein impone como limitación formal al propio cuadro, cuya postura en el espacio lo inserta en lo visible, ya que la pintura, como objeto, a través de la monocromía, se vuelve infinita.
En este sentido hacemos el cruce y la primera relación que nos convoca la exposición Herencias, donde apreciamos en la pintura de Marie Raymond un fuerte apego a la forma y el color supeditado a ella. Líneas y figuras abstractas son representativas en la pintura de la artista.
En el recorrido que nos ofrece el comisario Nicolás Morales, un recorrido bastante segmentado por lo demás, pero que de alguna manera nos permite revisar la obra de Klein, primero desde su logro más reconocido, el Azul Klein (IKB), dentro de una impactante piscina que contiene el pigmento, donde realmente se logra estimular abruptamente esa sensibilidad a la que apelaba Klein con el uso del color y la textura, una sensación muy atractiva y riesgosa que luego es instalada sobre las esculturas manteniendo su fuerza, pero la cual se debilita en las Antropometrías, donde Klein se atrapa, tal vez sin saberlo en la figura reconocible del cuerpo femenino. Luego el periodo más comparativo con su madre, donde es indiscutiblemente notoria la relación estrecha entre ambas obras y se distingue claramente como Yves Klein desarticula, descuartiza la obra de Marie Raymond en una simultaneidad temporal creativa, sacando a pedazos de los cuadros de su madre, cada color por separado, lo que parece ser una rebelión constante del hijo a la madre, quien pretende conservar parámetros muy definidos e inamovibles en la forma, que contiene al color, contrario al color que se fuga y se independiza de toda forma en Yves.
Escueta es la muestra de cuadros de Fred Klein, el padre, lo que al parecer quiere sugerirnos un cierto distanciamiento vital en aquella relación.
Finalmente nos encontramos con algunos trabajos de Klein a modo documental, si es que no partimos al revés y hacemos el recorrido de manera inversa. Pero partamos por donde partamos, esa piscina azul nos guiñe un ojo y nos invita a lanzarnos perdidamente en ella. Es la invitación más tentativa de la exposición.
Es inagotable el trabajo experimental de Klein, más allá de sus logros materiales. Podemos verlo registrado notablemente en los documentales ubicados al final (¿o principio?) de la exposición, donde podemos verlo en actividad, experimentando con fuego y agua sobre lienzos de cartón, lo que serán sus Pinturas de fuego, o con modelos desnudas que se untan con pintura azul para que Klein actúe como director de escena y disponga de sus formas sobre telas puestas en el suelo y paredes para las Antropometrías de la época azul, escuchamos sus palabras y vislumbramos algo de su intensa vida por el arte, donde consigue mostrarnos su verdadera obra, su propia vida, donde está, como pretendía, integrada su ideal de arte, hombre, infinito, naturaleza…"el fuego para mí es el futuro sin olvidar el pasado. El fuego es azul, es el recuerdo de la naturaleza".
Bernardita Lira Manriquez.
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