La contemplación del enamorado:Del amor ideal a la imagen propia.
Shakespeare propone un enamorado que se dedica a contemplar la grandeza del amor platónicamente. Esta provoca en ellos estados anímicos relacionados con el actuar y la suerte de la persona amada. Se encuentra la idealización de un amor incorpóreo, rechaza la lujuria que al parecer corrompe la perfección de este. Hay una dualidad que se desata con el reconocimiento del amor, hay personajes que expresan tanto grandeza como humildad, están entre la dicha y el dolor, la belleza y la fealdad. El enamoramiento deja al individuo en un estado de confusión permanente. Aunque hay ciertos rasgos que se presentan más permanentes que otros, uno de estos son el total sometimiento y sacrificio hacia el amor, se decide soportar todas las adversidades presentes y amar incondicionalmente. Se ven ciertos rasgos masoquistas, de algún modo disfrutan de ver su propia imagen en sacrificio; se sienten virtuosos y superiores ante sus rivales. Los dos personajes que representan esto mayormente son el Shakespeare de los Sonetos y Antonio de “El mercader de Venecia”; aunque en “La Tempestad” hay ciertos rasgos que se nombraron anteriormente, la diferencia fundamental es que en la Tempestad los personajes enamorados (Miranda y Ferdinand) se corresponden totalmente y Prospero que ciertamente expresa un amor hacia su hija pero no el de los enamorados.
Así el amor es el reconocimiento de la belleza en el mundo, sobretodo en los sonetos se expresa como una fuerza incontrolable, que por su capacidad de expresar lo bueno, bello y luminoso, hace contrastar y opacar los otros elementos del mundo. Respecto a esto Platón se refiere en los “Diálogos” “¿O que aquel que, incapaz de discernir lo que es hermoso, no de expresarlo mediante movimientos, con el cuerpo, bien con la voz, pero que, no obstante, tiene un sentimiento profundo que le hace amar lo que es hermoso y detestar lo que es feo?”(143). Es decir que no es necesario una conciencia del contraste intrínsicamente hay una sensación en el individuo que hace reconocer el amor y la belleza, podría suponer un orden natural en las cosas.
Con respecto a esto se especificara un poco más sobre las obras nombradas; en “La tempestad” se observa el rechazo de Prospero hacia los deseos carnales que siente por su hija, única mujer con la cual a tenido contacto en más de una década. El incesto no sólo está prohibido, si no que si retomamos su rechazo hacia la lujuria no quería que su paternal amor se viese ensuciado, todo esto relacionado ante el rechazo a la tentativa de Calibán por violar a Miranda, representación de sus verdaderos deseos naturales.
Relacionado con el soneto 9 “cuando cada humilde viuda puede tener/ presente, en los ojos de sus niños, la imagen del marido” se puede considerar una remota posibilidad del acrecentamiento de uno de los significados más importantes de los hijos y la procreación, si bien su amor por Miranda es paternal, puede que vea reflejada en ella la imagen de la madre de esta, por lo que casarla podría ser no sólo un alivio si no que también un dolor.
Por otro lado estarían Miranda y Ferdinand que se expresarían con las características nombradas anteriormente. En el siguiente fragmento Miranda es ante los ojos de Ferdinand un cúmulo perfecto de virtudes, su reconocimiento de la belleza provoca en parte un sublime amor hacia ella.
Ferdinand: ¡Admirable Miranda,/cumbre de toda admiración, que vales/ lo que el mundo más estima! He mirado/ a muchas damas bien atento, y muchas veces/ la armonía de su voz ha cautivado/ mis ávidos oídos. Por diversas virtudes/ me han gustado diversas mujeres; ninguna/ con tal ceguera que no viese algún defecto/ en riña con sus más nobles encantos/ hasta dejarlos vencidos. Pero tú, ¡ah, tú!/, tan perfecta y sin par, fuiste creada/ de las bondades de todas.”
En las siguientes palabras de Ferdinand se puede observar dualidad taoista, “Cuando conocemos que lo bello es bello, también conocemos la fealdad que existe en el mundo.
Cuando conocemos que el bien es el bien, entonces conocemos el mal que existe en el mundo.” (Lao Tse, 3). Es decir el reconocimiento de una cualidad, o estado desata su contraria.
Ferdinand: Hay juegos fatigosos, mas el esfuerzo/ destaca el placer que nos dan; algunas bajezas/ se soportan noblemente, y lo más pobre/ acaba en riqueza. Mi humilde labor/ me sería enojosa y detestable/ si no fuera por mi amada, que da vida/ a lo muerto y placer a mis trabajos./ Ah, ella es diez veces más dulce que su padre,/ agrio y hecho de aspereza. Cumpliendo/ su dura orden, he de llevar varios miles/ de estos leños y apilarlos. Mi amada llora/ de verme trabajar y dice que esta servidumbre/nunca tuvo tal criado. Me entretengo; / mis gratos pensamientos me reaniman, /y más activo estoy si me distraigo.
Del mismo modo en Miranda se ve este amor al cual no le interesa ser correspondido, se presenta como una necesidad en que el sólo hecho de amar es suficiente para ella.
Miranda:
Por mi insignificancia. No me atrevo/ a ofrecer lo que deseo dar, y menos a tomar/
lo que perder me mataría. Pero es inútil:/ cuanto más procura ocultarse,/ más se ve el bulto. ¡Basta de melindres!/ ¡Hable por mí la franca y santa inocencia!/ Si te casas conmigo, soy tu esposa; / si no, moriré tu doncella. Puedes negarte/ a que sea tu compañera, mas, quieras o no, / seré tu sierva.
Así en “La Tempestad” esa concepción ya nombrada del amor se ve dividida, Prospero sería la imagen más grande del rechazo a la lujuria, Miranda y Ferdinand la perfecta concepción del amor platónico y el mutuo sacrificio.
Siguiendo con las obras en “El mercader de Venecia” Antonio se nos presenta como un triste enamorado, resignado a que Bassanio no le corresponda. “Yo no tengo al mundo más que en lo que es, Graeciano: / un escenario donde cada uno representa un papel/ y el mío es triste”, así hay un sentimiento de predestinación con respecto al papel que debe desempeñar en su existir. En su situación con Bassanio sólo se dedica a amarlo y concederle todo lo que él le pida, se endeuda con Shylock – su peor enemigo – para pagar su viaje a Belmont, se muestra como mártir y hombre invadido por la tristeza, empeña su carne decidiendo sacrificar su vida, gustoso de poder demostrar su amor por Bassanio, pero esto es sólo frente a lo que le concierne su amor, ya que frente a sus enemigos se muestra como un ser superior, virtuoso y altivo, recordemos el momento en que Antonio le decía a Shylock (al cual le estaba pidiendo dinero) que lo volvería a escupir, a llamar perro y dar puntapiés.
El Shakespeare de los Sonetos, se muestra bien satisfecho y espectador de la contemplación hacia su amado, pero este mismo le provoca dolores y desdicha. Platón en los “Diálogos” hace permanente referencia a esto, “¿No es la cólera, el amor, la insolencia, la ignorancia, la avidez, la cobardía, así como la riqueza, la hermosura, la fuerza y cuando embriagándonos a causa de los placeres extravía nuestra razón?” (140). Ese extraviar de la razón esta también presente, en la desconsideración con el si mismo y la entrega que caracterizan al amor. Así se repite esa dualidad de extremos, es decir, provoca tanto el peor sufrimiento, como la mejor dicha.
Se decide amar aunque no sea un amor totalmente correspondido, entonces ¿Cuál sería la razón para soportar este dolor? Quizás por un lado no esta en ellos el poder decidirlo, pero a pesar de que hay sacrificio en estos personajes, no se puede negar que también coexiste el disfrute de la imagen propia, contemplándose en estos papeles, recordemos a Antonio en el juicio disfrutando ver que se sacrificaba por Bassanio, Miranda al declararle a Ferdinand que será su esclava y en varios Sonetos en que Shakespeare admite que esta triste, celoso y deprimido pero a la vez satisfecho con sus sentimientos, que soportara y callara los celos (soneto 57) y que su amor es inamovible y superior.
En uno de los sonetos (129) Shakespeare reconoce firmemente su opinión con respecto al amor, parece que lo idealiza en su estado contemplativo, expresando su molestia por la lujuria, “Gasto del espíritu en vergonzoso despilfarro/ es el acto de lujuria, y, hasta el acto, la lujuria/ es perjura, asesina, sanguinaria, traidora,/ salvaje, extremada, bestial, cruel, infidente” y luego de esa serie de adjetivos más adelante sigue, “delicia al probar, y, probada miserable,/ primero alegría esperada, luego un sueño;/ el mundo sabe esto de sobras, sin embargo nadie sabe bien/ esquivar ese paraíso que lleva a los hombres a tal infierno” palabras que nos recuerda a varios parlamentos de personajes en las obras de Shakespeare, Kent en “El rey Lear”, Prospero en “La Tempestad”, Polonio en “Hamlet”, Bassanio reconociéndose en a si mismo en “El Mercader de Venecia”; todos estos personajes apelaban a la prudencia, al control.
Entonces si el amor ideal de Shakespeare está marcado por la contemplación lo esta también por la tristeza y por el padecimiento. Hay al parecer una estética especial en el enamorado, una imagen de supuesta superioridad frente a los demás. Declarar que el amor corpóreo y natural es un mal acto supone juzgar a quienes la practican, argumentar de sus razones de porque el amor es mejor así, supone también que el tiene dominio de conocimiento por sobre los demás, Prospero acusa a Calibán de intentar violar a su hija, (siendo que probablemente son sus propios deseos) y Shakespeare se burla no sólo de la lujuria sino que de la insaciable Dama Oscura. Volviendo al tema de la estética en estos personajes, cabe nombrar a Montaigne por el no probado pero conocido gusto del erudito por el sufrimiento querer ilustrarla, hacer un tema serio de ella. “Yo soy de los más exentos de esa pasión, y no siento hacia ella ninguna inclinación ni amor, aunque la sociedad haya convenido, como justa remuneración, en honrarla con su favor especial. En el mundo se disfrazan con ella la sabiduría, la virtud, la conciencia; feo y estúpido ornamento” (48). Es posible que a estos personajes les agrade su propia figura ornamentada por el dolor
Así se presentan estos personajes ante el mundo como seres distintos y a través de ese mismo sufrimiento crean esa imagen que contemplan. Antonio personaje caracterizado por la tristeza queda al final de la obra como el buen cristiano, el perdón de Prospero se ve muy relacionado con reincorporarse al mundo y al alimento de su imagen sabia, su pequeña venganza (en que juega con los personajes, adelantándose a los hechos burlándolos) queda en silencio con Ariel, representación del arte y poeticidad, el cual sólo interactúa con él de cerca, ante los demás sólo se relaciona como espectáculo, lo cual impide que alguien más pueda llegar alguna vez a saber la verdad. La venganza apacigua la rabia de su vida en los últimos años y el perdón lo deja por sobre los demás, no sólo como virtuoso si no que al perdonar juzga y el juzgar es mediar y conocer, aunque normalmente se supone que perdonar está relacionado con la bondad y amor que sobrepasa las razones para no perdonar.
Sin embargo esta vanidad es alimentada por las situaciones y por este tipo de amor idealizado, lo cual no quiere decir que no haya sinceridad de esta o que ese amor pierda su ya nombrada luminosidad. Carlos Gardini hace referencia a esto citando a Coleridge. “Samuel T. Coleridge admitía que un hombre podía sentir por un varón algo «merecedor del nombre de amor», «un afecto que trasciende la amistad y desdeña otros apetitos».” Y con respecto al tipo de amor que se nos presenta dice:
De la trama total, por ambigua y extraña que sea, aflora algo que no es común ni general, como el amor expresado en muchos sonetos, sino universal en un sentido más elevado. El contraste principal de los Sonetos es el de los dos amores, “consuelo y sufrimiento”. El amor del “sufrimiento” lo exige todo; el amor del “consuelo” no pide nada, y tal vez no recibe nada […] Al margen de cuál haya sido la experiencia cotidiana de Shakespeare, los más grandes sonetos están escritos desde una región donde el amor abandona todo reclamo y florece en caridad: después de eso, poco importa cuál haya sido la raíz». (50)
Así se presenta una imagen idealizada, nuevamente haciendo contraposición de ideas,
“Dos amores, consuelo y sufrimiento, / cual espíritus me acechan y me rondan, / ángel bondadoso un varón rubio, / espíritu del mal una hembra oscura. (Soneto 144) El ángel bondadoso es el «joven adorable» de la primera parte de los Sonetos: «heraldo de la joven primavera», «dama señoril de mis pasiones», «señor de mi amor», «mi sol», «mi mundo»;5 la hembra oscura es la «tirana» Dama Morena: un puerto donde «todos bogan», «lugar común del mundo», «negro infierno».” (50)
En conclusión el amor se presenta como una fuerza mayor e incontrolable, para mantener su perfección es necesario mirar el amor del modo que Platón propone, es decir a través de la contemplación. Su fuerza consiste en el contraste que mantiene al enamorado en los extremos. El amor no se presenta como fuerza capaz de purificar al sujeto, su manera de manifestarse potencia las virtudes del sujeto, la humildad y el sacrificio por lo tanto también alimenta la vanidad. La imagen del mártir alimenta este supuesto de sabiduría, el sujeto se humilla, soporta ser dañado y a partir de esto perdona (Prospero) o juzga (Shakespeare) lo cual supone inevitablemente ponerse por sobre los demás.
Bibliografía
Gardini, Carlos. “Veinte Sonetos de Shakespeare”.http://www.salvador.edu.ar/publicaciones/ideas/ii/08.pdf. Universidad del Salvador.
14-09-2003. Electrónico. 12 de julio de 2009
Platón. Diálogos. Trad. Juan Verruga. Madrid: Ediciones Ibericas, 1995. http://books.google.cl/books?id=KiVY1u5evLkC&printsec=frontcover&dq=plat%C3%B3n+dialogos&ei=BzdaSvvdIoSEzQTpvaC3Bw. Web. 12 de julio de 2009
Tse, Lao. Tao Te King. Trad. Fernando Acosta. Madrid .Mándala Ediciones. Impreso
Montaigne, Michel de. Ensayos. Madrid. Colección "Grandes Libros” 1971. Impreso
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